Por los parajes durante 12 años

En el año 2005 comenzamos nuestros viajes a la denominada Línea Sur de la provincia de Rio Negro. Partimos, oftalmoscopio en mano, motivados por algunos pacientes vistos en nuestro consultorio en Bariloche con trastornos visuales graves que no lo hubieran sido si se hubieran diagnosticado y tratado a tiempo, sumado al deseo de aventura y de descubrir esa estepa  tan cercana y desconocida a vez.

En nuestros viajes hemos visitado muchos parajes desde Ingeniero Jacobacci a la cordillera, muchos de ellos varias a veces a través del tiempo. Hemos visto paisajes de una belleza enigmática, solitaria, hemos recorrido rutas polvorientas hasta un horizonte de atardeceres lentos. Conocimos gente sencilla de campo dueños de esa tranquilidad resignada, chicos de mofletes enrojecidos por el clima, algún vivillo que se aprovecha y algunos héroes desconocidos que sostienen la subsistencia de esa trama rústica y vulnerable al mismo tiempo.

En la realidad de los parajes el progreso y la historia han tenido un impacto dispar. Dentro de los hitos negativos la desaparición del legendario ferrocarril  “La Trochita” fue un golpe durísimo para los parajes del sur como Rio Chico o Mamuel Choique, asimismo la intermitencia del Tren Patagónico afecto los poblados del norte de la estepa, la erupción del volcán Puyehue y la sequía aniquilaron cabras y ovejas dejando a cientos sin trabajo ni sustento, literalmente tapados por una capa de fina ceniza. A través de los años vimos pueblos que se contraen , se achican, las matriculas en las escuelas disminuyen, los chicos de más de 13 años deben emigrar a escuelas secundarias lejanas y los adultos no encuentran trabajo, los pueblos tienen mayormente niños, ancianos y trabajadores del estado: agente sanitario, maestros, policía, no mucho más, pueblos dignos con destino de olvido donde un comisionado regala parcelas a quien quiera lo quiera habitar… pero parece que mucha gente prefiere vivir en el hacinamiento frenético y violento de los barrios bajos de las grandes ciudades.

Dentro de los acontecimientos positivos podemos destacar que las escuelas rurales hicieron que la alfabetización subiera al 100%  en las últimas décadas, siendo los maestros rurales nuestros héroes silenciosos. La energía eólica, las netbooks e internet satelital son grandes avances aunque esta ultima un poco corrió a estos chicos también del potrero a las pantallas. Por ultimo quizás el asfalto de la ruta 23 sea un cambio de paradigma para una parte de este territorio. Ojala.

Desde nuestra especialidad la oftalmología la realidad no deja de sorprendernos en cada campaña: adultos con problemas refractivos que nunca usaron un anteojo, niños que nunca habían sido revisados, ancianos ciegos por causas evitables y soluciones baratas, cataratas, glaucoma. Las razones de este déficit son siempre las mismas: la distancia en una geografía inclemente, la falta de medios económicos, la dificultad para conseguir turnos en las ciudades más próximas, cuestiones culturales y ancestrales que sorprendentemente todavía se interponen y la fría distancia del estado.  En nuestras bases de datos descubrimos que menos del 10% de la gente tiene obra social, que de los mayores de 65 años solo el 60% sabe leer y escribir, que el 40% de los niños viven en las Escuelas hogar lejos de los padres toda la semana. Los medios de subsistencia lejos de mejorar se empequeñecen.

Pero no todo es sombrío para la salud: agentes sanitarios y médicos rurales realizan una tarea admirable atendiendo lo más básico e imperioso pero la oftalmología es muy específica y requiere tecnología. El tren sanitario ha cumplido una importante función en el centro de la provincia pero solo en sus estaciones lejos de los parajes, los tráileres sanitarios también ayudan pero nuevamente concentraron su actividad en la  zona central.

Los tratamientos oftalmológicos se encuadran en tres grandes grupos: anteojos, cirugías y gotas oftálmicas. Nosotros creemos que la mejor manera de aportar una solución hasta el día que esta zona postergada progrese es ir a los parajes, llegar hasta donde los más necesitados viven. Llevamos todo el instrumental necesario para una consulta completa idéntica a la de cualquier consultorio de ciudad, regalamos los anteojos y programamos cirugías gratuitas en Bariloche siempre coordinando con el agente sanitario o el médico rural y nos ha ido muy bien, creo que generamos un impacto positivo. También, pensamos el futuro incorporando telemedicina y consultorios móviles para llegar a más personas de una mejor manera.

Mucho aprendimos de estas personas, mucho disfrutamos nuestros viajes, dimos y recibimos mucho más.  Y quizás con la ayuda de la tecnología, del trabajo colaborativo, de un estado eficiente, de proyectos económicos sustentables, generando una red de instituciones y voluntades se pueda recuperar y hacer florecer estos parajes olvidados cuya resiliencia merece admiración y ayuda.

11 años y la gratitud y amabilidad de la gente no deja de sorprender

Hace 11 años hacemos esto. Hace 11 años no dejamos de sorprendernos por la gratitud de la gente y la amabilidad con la que nos reciben y tratan. La agrupación “100 Caminos” continúa su senda solidaria por la Línea Sur. Esta vez el paraje Costa Ñorquinco fue el elegido para aportar nuestro pequeño gramo (si se permite la unidad de medida) de ayuda. Un pequeño lugar a unos pocos kilómetros de Ñorquinco, Provincia Del Chubut, de pocos habitantes que se pierden dentro de la extensión predominada por la estepa, con pequeñas elevaciones montañosas que son recorridas por el rio que da el nombre al paraje.

Hacia allí nos dirigimos el Viernes 18 de Marzo un grupo de Oftalmólogos, Técnicos Oftalmológicos, Ópticos y Voluntarios, movidos por las ganas de ayudar y la creencia conjunta de poder hacer, de alguna manera, aunque pequeña, mejor el día a día de quienes se acercan donde vayamos.

Esta vez viajamos con la recomendación y la bendición de la “abuela” de Costa Ñorquinco, doña Gregoria Colemil, quien, habiéndose acercado al Servicio de Oftalmología en Bariloche, nos comentó la necesidad de su comunidad y lo importante que podría ser nuestra visita al lugar. Así que el destino no tenía mucha más opción que ser ese, y hacía ahí dirigimos la proa.

Antes de llegar al lugar final elegido, pasamos por el Hospital Zonal de Ñorquinco, y tuvimos la oportunidad de hablar con su director. Nos comentó las necesidades de su comuna (de más de 1.500 habitantes), lo dificultoso de su labor, la importancia de la salud pública en lugares como este, el poco acceso que tiene la población a la misma debido a las distancias, a las anegaciones climáticas y también, muchas veces, al desconocimiento. Estos comentarios no hicieron más que aumentar nuestras ganas de emprender el último tramo hacia nuestro destino final en este viaje. Así que luego de dejar una donación de medicamentos oftalmológicos donados por un voluntario, retomamos el camino.

Allí llegamos alrededor de media mañana. Teniendo como nexo a doña Gregoria, habiendo dado aviso a Radio Nacional y al Director del Hospital, nos encontramos con las personas que ya nos estaban esperando en la Escuela N°67, amén de los alumnos y maestros que ese día serían, ocasionalmente, pacientes.

Ellos felices por nuestra llegada, y nosotros felices por poder alcanzar con nuestro aporte a más gente. Comenzó la mañana agitada con muchas ganas y muchas “consultas” (decir consultas le da un marco más formal a una manera de conocer a la gente, saber que los aqueja, que sienten y a partir de ello, poder darles un esquema de contención más semejante a una asistencia social que a una consulta oftalmológica en sí). Estas experiencias permiten conocer muchas historias, muchas formas de vida distintas, muchas necesidades y, sobre todo, ayuda a entender que no solo la carencia hace a la necesidad, sino también el contexto. La lejanía con la ciudad, la minimización de problemas, o simplemente el desconocimiento como tal, concluyen en que algunas situaciones tomadas a tiempo y con los elementos adecuados, podrían haber dado un mejor resultado final. Al no suceder esto, solo queda intentar resolverlo de la mejor manera posible, con los elementos a disposición en el momento o, finalmente, derivando cada caso al profesional y lugar adecuados, siempre tratando de resolver la mayor cantidad de imponderables para tal fin. En ese marco explicativo es que transcurrió la mañana, tan rápida como nos invadió el olor al cordero que nos prepararon especialmente para nosotros (condición sine qua non para que la visita sea coronada como es debido). Así fue que almorzamos junto a los maestros, los ayudantes de la escuela y algunas personas más que colaboraron con la organización.

Obviamente los primeros en ser “atendidos” fueron los chicos que asisten diariamente a la escuela. Luego llegó el turno de todas las personas de la comunidad que habían venido a vernos, mezclados con los maestros y los ayudantes de la escuela. Es así que, para las 17 horas, habían venido a vernos 90 personas. Dejamos asentado en una base de datos la mayor cantidad de información posible sobre cada una de los eventuales “pacientes” que vimos, la cual compartimos con el director del Hospital de Ñorquinco, no solo para tener conocimiento de algún tipo de patología aparente existente, sino también para tener algún tipo de censo sobre los pobladores del paraje. También pudimos entregar 20 pares de anteojos en el momento y trajimos otros 16 pares de anteojos para poder armarlos y graduarlos correctamente, y así devolverlos cuanto antes a las personas que los necesitan.

Terminada la jornada, extenuante, por cierto, retomamos el camino de vuelta a casa con la idea inequívoca de haber finalizado una jornada más que productiva, con más conocimiento de nuestra gente y con la sensación de haber hecho un pequeño gran aporte a una comunidad que necesita de estas visitas, estos encuentros.

¿Qué sentimos? Que con poco se puede hacer mucho. Pero la sensación más fuerte es que inexorablemente con mas, se puede no tener límite.

Viajes médicos solidarios: un “gramo” de ayuda para los pobladores de la Línea Sur

Once años atrás un grupo de oftalmólogos, ópticos y voluntarios, comenzó a gestar un sueño, un ideal de hacer del mundo un lugar un poquito mejor. Y emprendieron la marcha haciendo lo que mejor saben: ayudar a la gente con los problemas que puedan tener en la vista. El lugar elegido fue la Línea Sur, quizás por su gente, quizás por su realidad social, quizás porque siempre guarda ese tinte de nostalgia que en muchos casos, genera solidaridad.

Así surgió Cien caminos, una agrupación voluntaria y solidaria, que con sus propios medios y sin aportes gubernamentales, emprende cada dos o tres meses, una salida a algún paraje patagónico. Aún hoy, once años después de haber comenzado este proyecto, los voluntarios se sorprenden con la alegría que los reciben los pobladores, muchas veces olvidados por el Estado y la sociedad misma.

“En 2004, cuando llegué a Bariloche, comencé a atender a mucha gente que venía de pueblos y parajes rurales, con muchos problemas. Ahí comenzó la idea que de a poco fue tomando forma y hoy somos un grupo de amigos que llevamos adelante este proyecto”, relató a ANB, Santiago, uno de los oftalmólogos.

Los oculistas “trazaron una línea” en la provincia, para recorrer los lugares más alejados y con menos posibilidades de acceder a la salud pública. “No vamos a los pueblos grandes o ciudades que tienen hospitales de cabecera, sino que intentamos llegar a donde vive la gente que no puede ir al médico”, explicó Javier.

El grupo está compuesto por Ariel, Javier, Santiago, Julián, Matías y Juan Pablo, aunque siempre hay voluntarios nuevos que se suman a la iniciativa. “¿Hubo alguna historia que los marcó más que otras?”, pregunta ANB y los oftalmólogos parecen tener cientos para contar. Es que es difícil que cualquiera de las decenas de personas que atienden en cada lugar al que van, no sea un experiencia destacable. Sin embargo,destacan dos: ambos, hombres de campo, acostumbrados a trabajar con sus animales y que quizás nunca habían visto a un oculista. Los dos casos presentaban catarata, y practicamente, estaban ciegos. “Una cirugía que a nosotros nos toma media hora, que es rutinaria, y que al no tenerla al alcance, les había privado de la visión por años”, contó Javier.

La historia se repite. Son casos de miopía, cataratas o problemas tan simples, que en una ciudad donde hay hospitales, sanatorios y consultorios privados – sin olvidar las ópticas por doquier – parecen banales, pero que para la gente de campo es mucho más. Las distancias, que quizás no son tan grandes, pero se sienten más en la desidia de los Estados, hacen de un simple par de anteojos con aumento, un bien privilegiado.

Los rostros curtidos por el paso de la vida, los niños que juegan en sus tiempos libres pero que ya trabajan en el campo, la gente que aprecia la mano tendida para ayudar. Esas son las personas que los reciben, que los esperan, que con ansias ven llegar a los médicos que quizás de otra manera no verían.

El último viaje fue a Costa Ñorquinco, un pequeño paraje chubutense ubicado sobre el río del cual copia su nombre – o viceversa – ubicado a unos kilómetros de Ñorquinco, el pueblo que tiene unos 1500 habitantes. Llegaron a ese destino a través de la “abuela Gregoria Colemil”, oriunda de la zona, quien un día se acercó al Servicio Oftalmológico del Sanatorio San Carlos para comentar las necesidades que había en su comunidad. “El destino no tenía más opción que ser ese”, aseguran los voluntarios.

Llegaron a la zona a media mañana. La primera parada fue el hospital de Ñorquinco, donde tuvieron la posibilidad de conocer un poco más la realidad del lugar a través del director del nosocomio. Uno de los principales problemas que afecta a la salud pública en regiones como la Linea Sur es la distancia a la que viven los pobladores. Muchas veces son kilómetros recorridos a caballo, a pie o como puedan llegar, para ir al hospital. Para eso, en las zonas rurales se realizan más visitas médicas a domicilio. Es más sencillo – por difícil que sea – que llegue el especialista médico a la casa de alguna familia de campo, que las personas dejen sus hogares y quehaceres diarios para llegar al hospital.

Una vez interiorizados en los avatares, los oftalmólogos continuaron su viaje hasta el lugar donde ya los esperaban. En estos lugares, donde la señal de telefonía es sólo una frase lejana, el medio de comunicación por excelencia fue y es el servicio social de Radio Nacional. A través de ellos dieron aviso. Minutos después, “nos encontramos con las personas que ya nos estaban esperando en la Escuela 67, amén de los alumnos y maestros que ese día serían, ocasionalmente, pacientes”, relató Ariel, uno de los oftalmólogos que forma parte del grupo.

Los pobladores esperaban ansiosos, “felices por nuestra llegada y nosotros felices por poder realizar nuestro aporte”, remarcan y añaden que “estas experiencias permiten conocer muchas historias, muchas formas de vida distintas, muchas necesidades y, sobre todo, ayuda a entender que no solo la carencia hace a la necesidad, sino también el contexto”.

Las consultas, aunque para ellos ese no es más que un nombre formal dado que lo viven más como una forma de conocer las realidades que de otra manera, solo parecen lejanas y muchas veces, exageradas, no se hicieron esperar. Sólo ese día en Costa Ñorquinco, atendieron a 90 personas.

A la hora del mediodía, la cordialidad de la gente se traduce directamente en un cordero al asador, preparado exclusivamente para este grupo de voluntarios que quiso facilitar la vida de los pobladores, motivados específicamente por las ganas de ayudar.

Entrada la tarde, es hora de emprender la vuelta. “Dejamos asentado en una base de datos la mayor cantidad de información posible sobre cada una de los eventuales ‘pacientes’ que vimos, la cual compartimos con el director del hospital de Ñorquinco, no solo para tener conocimiento de algún tipo de patología aparente existente, sino también para tener algún tipo de censo sobre los pobladores del paraje”, explicaron.

Además, como intentan hacer en cada viaje, entregaron 20 pares de anteojos y trajeron 16 a Bariloche para ser graduados correctamente y vueltos a entregar a sus dueños. El póximo viaje está programado para junio, si la suerte los acompaña, aunque todavía no hay un destino definido. El grupo viaja por su cuenta, con vehículos particulares, aunque no olvidan agradecer la ayuda que suel prestar el hospital zonal, gente de la ciudad y algunos concejales.

Un aporte más, un “gramo” de ayuda, como dicen ellos, que significa mucho en la vida de las personas, sobre todo, cuando se sienten relegadas y olvidadas en muchos casos. “¿Que sentimos? Que con poco se puede hacer mucho. Pero la sensación más fuerte es que inexorablemente con más, se puede no tener límite”, finalizaron. (ANB)

http://www.anbariloche.com.ar/noticias/2016/05/14/53052-viajes-medicos-solidarios-un-gramo-de-ayuda-para-los-pobladores-de-la-linea-sur

En la ruta

Viajes médicos solidarios: un “gramo” de ayuda para los pobladores de la Línea Sur

Un grupo de oftalmólogos recorre la Línea Sur hace 11 años para ofrecer ayuda y contención médica a los pobladores de la zona, aunque finalmente se convirtió en la manera de conocer las historias de vida que guarda la recóndita estepa rionegrina.

Once años atrás un grupo de oftalmólogos, ópticos y voluntarios, comenzó a gestar un sueño, un ideal de hacer del mundo un lugar un poquito mejor. Y emprendieron la marcha haciendo lo que mejor saben: ayudar a la gente con los problemas que puedan tener en la vista. El lugar elegido fue la Línea Sur, quizás por su gente, quizás por su realidad social, quizás porque siempre guarda ese tinte de nostalgia que en muchos casos, genera solidaridad.

Así surgió Cien caminos, una agrupación voluntaria y solidaria, que con sus propios medios y sin aportes gubernamentales, emprende cada dos o tres meses, una salida a algún paraje patagónico. Aún hoy, once años después de haber comenzado este proyecto, los voluntarios se sorprenden con la alegría que los reciben los pobladores, muchas veces olvidados por el Estado y la sociedad misma.

“En 2004, cuando llegué a Bariloche, comencé a atender a mucha gente que venía de pueblos y parajes rurales, con muchos problemas. Ahí comenzó la idea que de a poco fue tomando forma y hoy somos un grupo de amigos que llevamos adelante este proyecto”, relató a ANB, Santiago, uno de los oftalmólogos.

Los oculistas “trazaron una línea” en la provincia, para recorrer los lugares más alejados y con menos posibilidades de acceder a la salud pública. “No vamos a los pueblos grandes o ciudades que tienen hospitales de cabecera, sino que intentamos llegar a donde vive la gente que no puede ir al médico”, explicó Javier.

 

El grupo está compuesto por Ariel, Javier, Santiago, Julián, Matías y Juan Pablo, aunque siempre hay voluntarios nuevos que se suman a la iniciativa. “¿Hubo alguna historia que los marcó más que otras?”, pregunta ANB y los oftalmólogos parecen tener cientos para contar. Es que es difícil que cualquiera de las decenas de personas que atienden en cada lugar al que van, no sea un experiencia destacable. Sin embargo,destacan dos: ambos, hombres de campo, acostumbrados a trabajar con sus animales y que quizás nunca habían visto a un oculista. Los dos casos presentaban catarata, y practicamente, estaban ciegos. “Una cirugía que a nosotros nos toma media hora, que es rutinaria, y que al no tenerla al alcance, les había privado de la visión por años”, contó Javier.

La historia se repite. Son casos de miopía, cataratas o problemas tan simples, que en una ciudad donde hay hospitales, sanatorios y consultorios privados – sin olvidar las ópticas por doquier – parecen banales, pero que para la gente de campo es mucho más. Las distancias, que quizás no son tan grandes, pero se sienten más en la desidia de los Estados, hacen de un simple par de anteojos con aumento, un bien privilegiado.

Los rostros curtidos por el paso de la vida, los niños que juegan en sus tiempos libres pero que ya trabajan en el campo, la gente que aprecia la mano tendida para ayudar. Esas son las personas que los reciben, que los esperan, que con ansias ven llegar a los médicos que quizás de otra manera no verían.

 

El último viaje fue a Costa Ñorquinco, un pequeño paraje chubutense ubicado sobre el río del cual copia su nombre – o viceversa – ubicado a unos kilómetros de Ñorquinco, el pueblo que tiene unos 1500 habitantes. Llegaron a ese destino a través de la “abuela Gregoria Colemil”, oriunda de la zona, quien un día se acercó al Servicio Oftalmológico del Sanatorio San Carlos para comentar las necesidades que había en su comunidad. “El destino no tenía más opción que ser ese”, aseguran los voluntarios.

Llegaron a la zona a media mañana. La primera parada fue el hospital de Ñorquinco, donde tuvieron la posibilidad de conocer un poco más la realidad del lugar a través del director del nosocomio. Uno de los principales problemas que afecta a la salud pública en regiones como la Linea Sur es la distancia a la que viven los pobladores. Muchas veces son kilómetros recorridos a caballo, a pie o como puedan llegar, para ir al hospital. Para eso, en las zonas rurales se realizan más visitas médicas a domicilio. Es más sencillo – por difícil que sea – que llegue el especialista médico a la casa de alguna familia de campo, que las personas dejen sus hogares y quehaceres diarios para llegar al hospital.

Una vez interiorizados en los avatares, los oftalmólogos continuaron su viaje hasta el lugar donde ya los esperaban. En estos lugares, donde la señal de telefonía es sólo una frase lejana, el medio de comunicación por excelencia fue y es el servicio social de Radio Nacional. A través de ellos dieron aviso. Minutos después, “nos encontramos con las personas que ya nos estaban esperando en la Escuela 67, amén de los alumnos y maestros que ese día serían, ocasionalmente, pacientes”, relató Ariel, uno de los oftalmólogos que forma parte del grupo.

Los pobladores esperaban ansiosos, “felices por nuestra llegada y nosotros felices por poder realizar nuestro aporte”, remarcan y añaden que “estas experiencias permiten conocer muchas historias, muchas formas de vida distintas, muchas necesidades y, sobre todo, ayuda a entender que no solo la carencia hace a la necesidad, sino también el contexto”.

Las consultas, aunque para ellos ese no es más que un nombre formal dado que lo viven más como una forma de conocer las realidades que de otra manera, solo parecen lejanas y muchas veces, exageradas, no se hicieron esperar. Sólo ese día en Costa Ñorquinco, atendieron a 90 personas.

A la hora del mediodía, la cordialidad de la gente se traduce directamente en un cordero al asador, preparado exclusivamente para este grupo de voluntarios que quiso facilitar la vida de los pobladores, motivados específicamente por las ganas de ayudar.

Entrada la tarde, es hora de emprender la vuelta. “Dejamos asentado en una base de datos la mayor cantidad de información posible sobre cada una de los eventuales ‘pacientes’ que vimos, la cual compartimos con el director del hospital de Ñorquinco, no solo para tener conocimiento de algún tipo de patología aparente existente, sino también para tener algún tipo de censo sobre los pobladores del paraje”, explicaron.

Además, como intentan hacer en cada viaje, entregaron 20 pares de anteojos y trajeron 16 a Bariloche para ser graduados correctamente y vueltos a entregar a sus dueños. El póximo viaje está programado para junio, si la suerte los acompaña, aunque todavía no hay un destino definido. El grupo viaja por su cuenta, con vehículos particulares, aunque no olvidan agradecer la ayuda que suel prestar el hospital zonal, gente de la ciudad y algunos concejales.

Un aporte más, un “gramo” de ayuda, como dicen ellos, que significa mucho en la vida de las personas, sobre todo, cuando se sienten relegadas y olvidadas en muchos casos. “¿Que sentimos? Que con poco se puede hacer mucho. Pero la sensación más fuerte es que inexorablemente con más, se puede no tener límite”, finalizaron. (ANB)

Caminos de hoy

Nuestros proyectos vigentes

Tenemos más de 10 años de experiencia en campañas rurales en la zona oeste de la provincia de Río Negro desde Ingeniero Jacobacci hasta la cordillera de los Andes, visitando periódicamente distintos parajes con equipos de atención y diagnóstico, provisión de anteojos gratuitos y coordinación de cirugías en pacientes con ceguera de causas evitables.

Desarrollamos un equipo  de rehabilitación visual para pacientes con baja visión

Desarrollamos un dispositivo  videolector para pacientes con baja visión

 

Nuestros proyectos semilla

Proyectamos desarrollar dispositivos de accesibilidad y movilidad para pacientes no videntes

Colaborar con el Hospital Zonal Bariloche en la atención de alta complejidad para pacientes disminuidos visuales con condiciones tratables.

Desarrollar una revista de divulgación médica y científica.