Por Claudia Olate
La ruta 23 se abre camino cuando todavía es de noche. Hace frío y en la estepa, esto se recrudece. Clemente Onelli es el destino, uno de los Cien caminos que un viernes de junio, un grupo de oftalmólogos se decidió a recorrer para llevar ayuda a algunos rincones que padecen el olvido como al frío mismo.
Está a solo 150 kilómetros de Bariloche, pero recién se hizo famoso cuando la empresa Telefónica decidió hacer una publicidad en el paraje. Además en el invierno de 2000 se registró la temperatura más baja del país y con 22 grados bajo cero, los habitantes del pueblo pasaron a ser noticia nacional.
Pero además de estos hechos, Clemente Onelli suele pasar desapercibido. La población cada vez merma más, y esto se debe fundamentalmente a que la fuente laboral no crece, ni se multiplica sino, todo lo contrario.
La escuela sirvió de consultorio improvisado. (Foto: Claudia Olate)
Allá llegaron los integrantes de Cien Caminos, una iniciativa solidaria que nació hace 12 años, cuando el oftalmólogo Santiago González Virgili decidió salir a atender a la gente que quizás no podía llegar a la ciudad a realizar una consulta médica.
“El momento en que le sacás la venda a alguien a quien operaste y vuelve a ver después de mucho tiempo, es increíble, impagable”, sintetiza mientras conduce con un rumbo fijo y de fondo el cielo comienza a aclarar, dándole un aspecto todavía más “poético” a la iniciativa.
“Este debe ser uno de los viajes más organizados”, dice Javier sin dudar mientras mira a través de la ventanilla y piensa en cómo se verá el paisaje cuando el asfalto esté terminado, si esto traerá más trabajo y vida a la zona o si por el contrario, colaborará con el éxodo rural que se vive desde hace unos años.
Alrededor de 90 personas fueron atendidas por los oftalmólogos. (Foto: Claudia Olate)
Un cartel en la entrada del pueblo avisa que allí está Clemente Onelli, como si no se vieran las casitas que ocupan menos de tres manzanas, como si fuera necesario invitar el paso a aquel pueblo que no tiene fecha de aniversario.
Los recibió la helada, y el pueblo que supo crecer a orillas de la ruta estaba blanco por la escarcha matinal. La escuela albergue sirvió de consultorio improvisado, y allí, este grupo de once personas que viajó a dar una mano sin esperar nada a cambio, instaló todo para recibir a la gente que seguramente escuchó el aviso social el día antes, anoticiando de que iban a haber oftalmólogos de Bariloche.
En Clemente Onelli viven 37 familias, alrededor de 130 personas. A la escuela llegaron cerca de 90 para atenderse, aunque algunos vinieron de parajes cercanos, como Anecón Grande, Comallo y Cañadón Chileno. Los rostros que se vieron fueron de los más variados: paisanos de campo que llegaron a caballo, otros jóvenes, mujeres, adultos mayores y los infaltables niños que veían su escuela como revolucionada por este grupo de gente que llegó temprano.
Además de las consultas, fueron entregados 50 pares de anteojos. (Foto: Claudia Olate)
Las historias se repiten en las 90 consultas: gente que necesita anteojos, personas con problemas específicos, niños con dificultades para leer, pero al fin y al cabo, todo se resume en la dificultad de acceder a una consulta oftalmológica cuando se vive alejado de la ciudad.
En el paraje hay un centro de primeros auxilios donde trabajan dos agentes sanitarios, Omar y Sandra. Ellos atienden las emergencias que puedan presentarse, pero los pacientes que deban ver a un médico tienen que viajar a Jacobacci o a Bariloche.
Los niños que asisten a la escuela primaria también fueron pacientes. (Foto: Claudia Olate)
La atención, perfectamente organizada por etapas, culminaba con la elección de los anteojos que son brindados sin costo alguno gracias a los ópticos que viajan también a colaborar con este fin solidario. En total se entregaron unos 50 pares de lentes, aunque la mitad será graduada en Bariloche y luego enviada nuevamente hasta Clemente Onelli.
En cada viaje realizado los oculistas detectan casos que requieren estudios de mayor complejidad o intervenciones quirúrgicas que son realizadas en Bariloche. A pesar de sus 12 años recorriendo caminos inhóspitos y olvidados, los oftalmólogos no dejan de sorprenderse cuando los casos más leves terminan por dejar ciega a una persona, algo que se podría detectar en una simple consulta, pero que viviendo en ciertos parajes, es un lujo al que no tienen acceso.
Concurrió gente de distintos parajes aledaños. (Foto: Claudia Olate)
Natalia, Romina, Ariel, Matías, Javier, Santiago, Juan Pablo, Jorge, Fabiana y Sebastián se reparten los quehaceres y las consultas se resuelven rápido. En el medio, siempre hay lugar para una charla, para conocer otras realidades, para saber más de la vida de las personas que se muestran dispuestas a contar lo que atraviesan a tan pocos kilómetros del pueblo, pero tan distinto a lo que se ve acá.
Entre mate y mate pasa la mañana, pasan los pacientes, pasa el frío. Afuera el cordero que los pobladores preparan para agasajar a los médicos ya comienza a largar aroma y adentro, en la cocina de la escuela ya se ven aparecer las primeras tortas fritas. La gente se ríe, agradece, abraza. Los ojos vuelven a ver con claridad, los anteojos son mejores, las dudas fueron despejadas y eso se agradece con respeto y cariño que la gente de campo sabe dar. (ANB)